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El cielo se abre de repente;
su herida me cuenta sus delirios.
Quiere que vea lo oculto:
el silencio de la sangre,
el olvido de nuestros orígenes:
Tierra y fuego,
luz pagana,
cuerpo sin espíritu.
Agua, aliento de vida
de nuestras tribus
que recuerdan el césped
donde dormían y mecían
al viento.
El cielo se abre a veces,
y su llaga llora a perpetuidad
la ausencia de su rayo omnipotente,
porque el sol se oculta siempre
tras las nubes y las montañas.
Recuerda siempre el abrigo
de la fe incrédula,
que sola se va apagando
con sus pétalos.