martes, 3 de noviembre de 2009

Mis tinieblas


Y ahora me envuelves y desenvuelves en tus cadenas,
en tus mantos y en tus velorios.
Me envuelves en el día que nunca olvidaré,
en el día que nunca ha pasado:
Nunca ha pasado con su inexistencia maldita ni con sus horas esquivas.

Y ahora me envuelves,
me envuelves en tus hojas, en tus entradas sin jardines.
Me envuelves en esas líneas que quise trazar:
En esos horizontes plásticos y sintéticos carentes de alfombras.

Yo ahora me envuelvo solo.
Solas mis manos sostienen el testamento amargo sin huellas,
como si no hubiese arena o niebla o viento.
Solas mis manos se hielan en la casa.
Solas con sus llagas y su ausencia de rosas, de promesas y de ruido.

Yo me envuelvo y me desenvuelvo solo.
Siempre en mis argumentos en blanco, en negro y en gris.
Siempre silente y alejado, como cuando cambio mi repertorio:
Aquellas palabras debieron permanecer oscuras y dormidas.

Me quedo siempre así, silente y alejado de todo lo vital,
de todo lo esencial, como el mundo y sus marionetas:
Sus espejismos llenos de silencio, de brujas y burbujas.
O esos mares y amores que silentes se alejan de mi.

Así me envuelvo,
como quemándome en mis deseos,
en mis cruces.
Me envolviste y desenvolviste,
y te has ido, como siempre.
Como aquella vez en que tampoco volviste.



Quiero que en mi epitafio esté tallado "Aquí yace un ciudadano, un poeta desconocido, cubierto en gloria y tierra".

No hay comentarios.: