El joven caminaba solo. La calle estaba vacía, y era de noche.
Todo parecía muerto. Las casas estaban abandonadas, y una densa niebla caía en aquel pueblo.
La jornada había sido larga y ardua, y exhausto, el joven llegó a su guarida.
Se sentó, comió, y también bebió cerveza, como de costumbre. Todo parecía tan normal, que se asustó, por lo que decidió hacer algo distinto, y salió a dar un paseo.
Al salir de su guarida, vio que el cielo se había despejado un poco, pero lo suficiente como para contemplar las estrellas, y dejar que su mente se sentara en una de ellas. Así podría analizar las cosas desde lo alto, y verlo todo.
Mientras caminaba, en silencio comenzó su batalla.
Sentía que había perdido, y ya no sabía qué hacer.
"No es la primera vez que caigo, pues siempre es derrota, aún cuando es victoria, porque victoria no es más que una mera palabra.
Me he sumergido en el amor, pero he sido derrotado otra vez.
Los fantasmas han venido a buscarme. No los puedo ver. No los puedo espantar.
¡HE PERDIDO NUEVAMENTE!
Nuevamente derrotado.
Derrotado por la perfección, por una ilusión. Una perfecta ilusión.
¿Rey?, ¿Peón? No sé qué soy, y no importa.
¡Mi reino ha sido derribado!
He perdido contra el enemigo más temible: Aquel que no se deja ver, ni tiene cuerpo, pero su mundo es inmenso, su ejército es invencible, y sus armas, letales.
¡He perdido! Mis sentimientos han sido desgarrados, y mi derrota es completa, como siempre.
Puedo ser real, pero soy imperfecto. La perfección es incorpórea, es sueño.
Un sueño me ha destrozado como a un espejo.
Mi reino ha sido destrozado, y no sé cómo reconstruirlo.
¿Vale la pena hacerlo?
Los sueños me atacan y destruyen.
Me humillan, y me han dejado como único espectador de mis derrotas.
Nada más me queda por hacer, pues otro sueño vendrá, y otra perfecta derrota sufriré."
Luego de reflexionar, el joven bajó de su estrella, y volvió a su guarida, donde procuró dormir lo menos posible, para que su derrota, su humillación diaria, no fuese tan grande.
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