Abundan, como las cicatrices
cuando hablamos
y nos cansamos.
No quiero despertar,
ni abrir mis ojos
a la fiebre,
al incendio de las palabras.
El cansancio lo es todo,
la eternidad lo sabe.
Exhaustas de luces,
las luciérnagas vuelven
al nido de abajo,
a la muerte,
en la cruz de la soledad.
Las cenizas me despiertan,
abren mis ojos
a la fiebre,
al incendio de las palabras
que lloran.
Eternidad,
cicatriz,
huella de cariño,
no me esperes,
ni canses a las palabras
porque he descendido
a mi muerte:
Las luciérnagas
han traído mi cruz,
y están exhaustas de luz,
durmiendo en el nido
de abajo,
en soledad,
en su muerte de cenizas,
de fiebre,
llorando.
No busco expiación,
ni verdades, ni mentiras:
Son crueles.
Sólo busco ser lo que no fui,
o morir en cenizas
en mi cruz:
Mis palabras exhaustas de eternidad,
con las luciérnagas,
en mi muerte de cicatrices y fiebre.
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