lunes, 26 de abril de 2010

Beso de invierno


Recuerdo haberle escrito antes de su viaje de regreso.
Sabía que ella se iba del país, pero no quería despedirme con las manos vacías, como ya me había sucedido anteriormente. Quería que esa vez fuese distinta a todas, así que le escribí una carta para que me recordara.
Antes de partir, le tomé la mano y le dije:

Toma esta carta, te la regalo.
Es para ti.
Es un poema para que recuerdes
y recites lo que hay en esta mente.


Entonces ella leyó la carta detenidamente, y ésta decía:


Dormido y despierto estoy,
desnudo de fantasmas
que callan al mundo
con su suave voz,
como cuando las estrellas
quisieron conspirar
a nuestro favor.

Toma este beso:
Quiero que quede
por siempre presente
en tus labios,
enseñándote a besar,
enseñándote lo que es la vida.

No quiero dejarte ir;
no quiero ahogar
la paz con el ego,
ni la dulce sensación
de saber que fuimos cómplices
del amor y del universo.

Todo se mueve alrededor,
incluso más allá de la muerte,
como un beso de invierno,
el calor de los labios,
las manos en las manos,
los colores en nuestros cuerpos.

No me decepciones,
yo sé que te vas.
Sé de tu viaje,
de tu retorno al lugar
donde debes estar.

Sé que las estrellas,
por un rato
quisieron conspirar
a nuestro favor,
como un capricho
deseado desde hace tiempo.

No queda más por agregar,
además de un mar de "Te Quiero",
y un beso de invierno
que nos una,
como lo hizo una vez
el capricho de las estrellas,
cuando ellas conspiraron
a nuestro favor.

Aunque haya sido todo,
ya no nos sintamos miserables,
ni nos pidamos perdón.



Esta carta, este fragmento de amor, será nuestro tesoro, nuestro beso de invierno, le dije.
No será el último, ni nos tragaremos nuestras palabras, agregué.
Quiero que esta carta sea sólo el inicio de nuestro viaje juntos.