No hay filosofía
tan profunda como la sangre,
o como hechos fragmentarios.
Descansa en caparazones secos,
mientras muere
el sabor desnudo
del óxido.
Y cada vez que intenta salir,
se dobla en éxtasis silente,
para diluir sus raíces
gota a gota
y besar
la continuidad de su existencia.