miércoles, 10 de febrero de 2010

Seamos nosotros



Hablemos de los misterios
del amor y la muerte:
De aquello que buscamos,
y nos gusta.

Tracemos nuestras siluetas en sombra,
como si dibujáramos desde el universo,
o desde lo más profundo del mar.

Dejemos que los cristales no caigan
mientras nuestros ojos se abrazan
en silencio,
como cuando tocábamos el espíritu.

¡Oye tú!

¿Y si apostamos la vida
en nuestro juego de ases?

¿Y si nuestra fe ciega
nos junta en las dedicaciones anónimas?

¡Oye tú!

Hemos dormido juntos en el aserrín,
en el sueño donde nos juramos escépticos de todo:
De nuestros cuerpos,
del azar,
de nuestros ojos,
y de las veces en que nos acuchillamos
con el néctar de la cruz.

¡Oye tú!

Siempre creemos en lo mismo:
En un dios superior que crea los dioses menores.
Crea aquellos dioses mortales de todos los días,
cuando el cristal del albur se opaca,
cuando su fruto cae lejos del árbol.

Creemos en lo indescifrable,
en lo intrascendente,
en lo transparente,
lo que nos despierta, consume y corroe:
En las danzas y los ecos de las palabras vacías.

¡Oye tú!

Seamos nosotros,
aunque sólo sea por hoy.

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