miércoles, 27 de abril de 2011

Exequias




En perecer no hay engaño,
y mucho menos
si dios no existe
si no hay creyentes
-ni magia-
que lo sostengan,
porque la magia se desgasta
con cada intento.

El engaño está en la censura,
cuando lo profano se revive al filo del olvido
de aquella voz preciosa
del alma de seda roñosa,
porque la muerte no es ciega,
es certera,
y hay un abismo de gritos
llenando todo de misterios vacíos.

En perecer no hay engaño,
el engaño está en renacer
bajo el enredo en espinas
de ciertas estrellas,
porque dios no tiene exequias,
ni hay elegías dedicadas,
y su existencia es como un incendio
que lo devora todo,
-incluso el tiempo-
y asesina lo bello,
como siempre.













Entre palabras van los pasos de un ser errante cuando es llamado a ser poeta.




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