No acostumbro a verte de lejos,
aún cuando te veo desde el olvido:
Desde la mano enhebrada con espinas y rocío,
como desde el vidrio roto de la copa de tu vino
lejano, derramado, esparcido, vertido.
Tampoco acostumbro a verte de cerca,
aún cuando te veo del recuerdo:
Desde el fragmento de las cenizas calientes y frías,
porque ya sabes que mi fuego está extinto,
y no tengo razón para volver ni ocultar mi voz
ni hacerla sangrar como a mi voz antigua.
No acostumbro a verte,
y tampoco lo haré.
Sólo a olvidarte desde un punto ideal del sueño
entre la vida y la muerte.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario