miércoles, 15 de julio de 2009

La espera


Esperaba la sonrisa del destino.
Esperaba el "algún día" prometido.
Esperaba en mi mundo, en sus explosiones, en mis facetas y en mis caminos.
Esperaba tranquilo el calco de la felicidad.

Y así veía mis ojos:
Mi salvación oscura y clandestina.
Mi ritual pagano del vacío.

Y así me sentaba a contemplar las estrellas:
El momento infinito que resplandece en el cielo.
El momento exquisito en que el alma reposaba.

Y así se aproximaba la hora impronunciable:
Se aproximaba mientras las palabras se paseaban en el pasado.
Se aproximaba mientras trataban de llegar a tu nombre, con sus intentos despavoridos.

Y así mis fantasías se hundían:
Se hundían en el mar inacabable.
Se hundían en cada nube, en cada flecha inversa, en cada cielo pintado.

Esperaba. Pero esperaba en vano.
Esperaba en vano el "algún día" que jamás llegaría.
Esperaba en vano porque escribía la historia antes de vivirla.
Esperaba en vano porque la fruta no era dulce, no era salada, no era agria.
No.

Era indiferente.
Era la sonrisa cínica del destino.
Era el témpano y sus grietas cubiertas de crepúsculos eternos.
Era el momento inoportuno: aquel que olía a telarañas y a tiempo olvidado.

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