miércoles, 19 de enero de 2011

Rompiendo un Déjà Vu




Sofía era muy bonita.
Coqueta por naturaleza, de cuerpo precioso, y dueña de unos ojos bellísimos. Todo eso, había hecho que alguien la convirtiera en mujer años atrás.

Ella iba a la universidad, y fue ahí donde fijó su vista en un joven alto, no muy agraciado, tímido, de buenos sentimientos, y algo torpe, pero que tenía lo que ella buscaba, o al menos eso pensaba Sofía.

Con su sonrisa, sedujo y enamoró al tierno joven, ingenuo, soñador, escritor de novelas e inexperto en materias de amor.

Todo sucedió ahí, en el estacionamiento de aquel edificio común, en donde ella le había ofrecido llevarlo en varias ocasiones, hasta que finalmente el joven aceptó.

Antes de entrar al auto, ella se le acercó suavemente, acarició el rostro del joven, le susurró al oído sus sentimientos, y lo besó tiernamente.
¡Era la primera vez que el joven oía esas palabras, y que sus labios sentían el calor de alguien que él amaba!
Era la primera vez que el joven era amado.

Todo parecía sacado de una historia de amor. Tan perfecto, tan exacto, preciso, que llegaba a dar escalofríos.
Cada detalle del enamorado joven, hacía evidente que Sofía era su primer amor.
Él era muy atento, y se preocupaba por todo. No conocía los parámetros como para saber si lo que hacía satisfacía a su amada o no, así que intentaba hacer todo lo más perfecto que pudiese, para hacer de cada segundo junto a su amada, algo especial.

Llegó aquel día, después de mucho, en que las cosas comenzaron a cambiar.
El joven seguía siendo atento, cariñoso y totalmente entregado, mientras que Sofía poco a poco se iba convirtiendo en una suerte de "femme fatale".
Sus palabras cada vez tenían menos sentimiento, y se iban tiñendo de deseo.

Una noche, ella lo invitó a "su lugar especial".
Lo pasó a buscar, y se lo llevó rápidamente hacia aquel lugar.
La entrada no era muy grande, y era un poco frío.

Casi desesperada, Sofía tomó de la mano al joven, y lo llevó a aquel cuarto lleno de misterios recordados.
Se desnudó, y comenzó a quitarle la ropa.
Lo besó, y le dijo palabras.
Era obvio que quería hacer el ambiente mágico, diferente al vivido anteriormente, pero el joven notó el vacío de las palabras que Sofía pronunciaba.
Era evidente que no estaban guiadas por el amor, sino por la carne y la lujuria.

Justo cuando Sofía iba a comenzar su ritual con el joven, éste la tomó de las manos, la apartó de su cuerpo, y le dijo:

"No me harás vivir lo mismo nuevamente.
Me abandonaste cuando más te necesité.
Todo te lo di. Tú fuiste la primera persona que amé. Mi primera entrega, y me abandonaste en el peor momento.

Ya caí una vez.
Me diste oscuridad en dias grises, y los bañaste de tu ausencia cuando más te necesité, y esa es razón más que suficiente, para saber que quiero olvidarte por siempre.

Aún cuando lo disfraces, ya tomaste algo mío años atrás. Era algo muy preciado, personal y especial, y no permitiré que te lo lleves nuevamente. No eres bienvenida en mi tierra, y jamás lo volverás a ser, porque ya no soy el ingenuo de antes. Sé que has venido a destruirme, como en aquella ocasión.

Dejaré mi primera esencia aquí, dormida en mis sueños, para que nadie la tome.
No quiero llorar, ni verter lágrimas por ti, por más que me lo supliques, pues ya he derramado suficientes durante el tiempo en que te fuiste.

He aprendido a quererme, aunque sea un poco, y por eso he decidido no mentirme, ni darle un "final de ensueño" a algo que no lo fue, por más primera vez que hayas sido.
Lo siento, pero prefiero no mentirme, ni creer lo que no fue, es, ni será".


Y así, el joven se retiró del lugar especial de Sofía. Ese que había conocido varios años atrás, y que alguna vez, tantas penas y vacíos le dejó impregnado en el alma.
Las cicatrices fueron muchas. La ausencia, también.
Pero de algo está seguro el joven: Ahora es temerario.
Siempre lo ha sido, sólo lo había dejado dormir, y lo despertó cuando su tierra se vio amenazada.

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