sábado, 1 de enero de 2011

La muerte del unicornio




El maldito cretino estaba llevando a cabo su gran sueño. Había acabado con el unicornio, se burló de la gente, y escapó como el cobarde que era.
El unicornio lo era todo para los habitantes de la ciudad: Ejemplo y guía.
Sus palabras eran inspiración, y todo aquello que el pueblo seguía al pie de la letra.

Por otra parte, el maldito cretino asesinó al unicornio porque le convenía sólo a él.
Él buscaba el placer de hacer algo distinto, y lo haría a cualquier precio, costara lo que costara.
Él también era parte de la ciudad, y, como todos en la ciudad, había prometido que seguiría toda palabra dicha por el unicornio al pie de la letra, pero esa confesión no era más que una mentira, como toda su vida, y todos sus actos, porque él siempre anteponía su placer y sus deseos a cualquier otra cosa.

Las palabras del unicornio eran simples. Eran nuestro lema, y teníamos que regirnos por ellas.
Éstas decían:

"Promesa, pacto:
Confesión,
sueño de antaño.
Jamás he ocultado
las cosas,
ni he puesto
a la mentira en un altar.
Ni siquiera cuando llegó
primero o antes
que la verdad,
porque la mentira
es egoísmo, vanidad,
vacío y destrucción."

Las palabras del unicornio eran sabias, claras y ciertas, y ese bastardo estaba ahí, al acecho, como un buitre, esperando el momento indicado para atacar, y cometer su fechoría.

Después de que la gente se había reunido en la plaza para oír las palabras semanales del unicornio, éste se dirigía a su hogar, ahí en la colina que estaba al otro lado del río, y muy de cerca, lo seguía el maldito bastardo.
Él, para tener más cercanía con el unicornio que el resto de la gente, le había dicho que sería su seguidor y admirador más cercano y devoto, pero fiel a su estilo, eso era sólo una mentira.

Al llegar a la colina, el unicornio se echó en el pasto, y el cretino comenzó a acariciarlo lentamente y a cantarle una canción, para hacer que se quedara dormido, y en el preciso momento en que el unicornio cerró sus ojos, él le clavó una daga en la espalda, y otra en el corazón, para asegurarse de que el unicornio muriera.
No conforme con su felonía, el bastardo disfrutó viendo cómo el unicornio moría desangrado, y rió a carcajadas con una risa burlesca.
Después de haberle dicho palabras impronunciables al unicornio, el bastardo clavó su daga en el cuerpo del unicornio en reiteradas ocasiones, para hacer que el unicornio se revolcara en su agonía. Ver el sufrimiento de otros era el gran gozo de la mente enferma de ese bastardo.

Después de unas horas, y al ver que el bastardo no volvía a la ciudad, fui al hogar del unicornio, y al ver lo que ese cretino le estaba haciendo al unicornio, fui a increparlo, pero al verme, se escapó y no hizo frente a lo que había hecho, como era su costumbre.
Todo en él era malo...su rostro, su voz, su pelo, sus ojos, sus intenciones, y su vida.
Debimos haberlo sospechado de él antes. No sé por qué, pero sabía que todo en él era una mentira, al contrario de lo que era el unicornio, pero no pude decírselo a tiempo.

Me acerqué al unicornio, y me habló. Recuerdo que me dijo "Las cosas ya no serán como antes, pues mi sangre ha sido derramada. Al darles esta noticia a la gente del pueblo, ya no volverán a ser los mismos. Yo ahora partiré para no volver. La primera estocada que me dio mi más fiel admirador, fue certera, pero más hiriente fue que siempre me mintió. Eso acabó conmigo. Ve, y haz lo que tu corazón te diga, seguidor mío, pero antes que todo, tendrás que avisarle al pueblo que yo ya no volveré. Como última voluntad, mi fiel seguidor y guerrero, intenten proteger de este cruel ser, a los unicornios de las otras ciudades. No quiero que vivan el destino que me tocó vivir a mi."

Y así, me dirigí a darles la terrible noticia a la gente.

Al llegar, y contarle a los habitantes la trágica noticia, el día se nubló, y las personas ya no eran las mismas. Parecían zombies. Sus rostros estaban perdidos, eran verdes, y se movían en cámara lenta.
Supongo que todo eso era porque el espíritu del unicornio nos había abandonado.

Después de unos minutos, decidí perseguir al bastardo, y comencé a buscarlo por la ciudad.
Revisaba cada escondite, incluso esos que ya habían sido olvidados por casi todos, pero iba un paso más atrás que ese maldito cretino.
Repentinamente, aparecí en el patio de la casa de mi abuela, en donde estaba mi hermana, junto con otras tres personas, jugando con una pelota plástica. Estaba verde, como era de esperarse, y al verme, me arrojó una pequeña piedra a la cabeza, pero que al golpear mi cabeza, me provocó un dolor terrible.
Mi cabeza retumbaba, y estaba mareado.
Tan pronto el dolor y el mareo se pasaron, decidí salir de ahí, a continuar con la persecución.

Después de unas horas, oí un rumor del pueblo más cercano.
Una persona ajena al pueblo había acabado con el unicornio de aquel pueblo, y la gente había enloquecido.
Eso ya era imperdonable. Acabar con dos unicornios, y aún así seguía con su actitud arrogante, llena de mentira y destrucción, buscando más unicornios, sólo para satisfacer su deseo egoísta.
¡MALDITO BASTARDO!

Yo aún lo sigo buscando, y juro que si en el próximo sueño lo pillo, lo atormentaré, no oiré sus patrañas, y acabaré con él muy lentamente...

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