martes, 18 de enero de 2011

Sangre




Incógnito,
como tristeza de otoño
en un azulejo,
bajo una sombra exigua,
no puedo verme con claridad.

Mi ojo está tatuado solo,
en la niebla,
desaparecido de la vida
con la grieta,
mi compañía.

Mi sangre nada contra la corriente
y se zambulle en el vacío
al oír su nombre.

Tiemblo, y caigo del asidero
sin tréboles
a los cuales aferrarme.

¡Maldita sea!
Mi voz es horrible,
y no puedo arrancármela.

Veo el precipicio,
y doy zancadas,
pero el trémulo
de mis piernas
me juega en contra:
Mi cuerpo soy yo,
y nada puedo hacer.

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